En este artículo de opinión publicado en Diario de Navarra, nuestro compañero Carlos Achaerandio expone cómo la capacitación de las personas facilita la implantación de sistemas de gestión Lean Management y el cambio cultural.
La rapidez de los cambios que se están produciendo en la sociedad, los clientes o el mercado hacen necesario y estratégico adaptar los sistemas de producción a los nuevos requerimientos con el objetivo de mantener la capacidad competitiva de la empresa. En este contexto, las personas adquieren un papel protagonista como conductores de las mejoras organizativas y productivas.El escenario global en el que operan hoy día las organizaciones es sumamente competitivo y complejo. Al desafío que ha supuesto en las últimas décadas la pujante incorporación de las economías emergentes o el impacto de la revolución tecnológica hay que sumarle la presión por satisfacer las expectativas de los clientes.El mercado demanda a un ritmo vertiginoso bienes y servicios que cumplan no sólo con el estándar de calidad y sean seguros; también exige productos que sean diferenciales y con un alto nivel de personalización.
Las probabilidades de subsistir en este ecosistema dependerán de la capacidad de la empresa para mejorar sus cotas de eficiencia. De alcanzar una producción más ágil para cumplir a tiempo con los pedidos de los clientes y hacerlo al menor coste, aprovechando al máximo los recursos disponibles.
Mejorar la eficiencia de los procesos productivos
Como punto de partida en cualquier proyecto de mejora, la empresa tiene que plantearse si sus recursos y su actividad –productos, procesos y organización– están correctamente enfocados desde el punto de vista de lo que pide el cliente. Un análisis que tiene como objetivo detectar aquellas actividades que no añaden valor al cliente. Lo que se denomina despilfarros: demoras innecesarias, errores, stocks inútiles, reprocesos, etc.
Lo habitual es que una planta de producción no llegue al 5% de valor añadido. Trabajar eficientemente no significa trabajar más sino “atacar” a ese 95% que no aporta valor añadido.
Es esencial que sea la propia organización la que realice este análisis internamente, contando siempre que se pueda con apoyo externo que actúe de guía en el proceso de reflexión y aporte objetividad, perspectiva y técnicas válidas de análisis.
La metodología de gestión Lean, que se basa en la idea de la creación de flujo para entregar el máximo valor empleando los mínimos recursos, aporta herramientas para detectar y eliminar o reducir estos despilfarros, siendo las propias personas de la organización quienes pilotan los proyectos de cambio.
Lean pone el énfasis en la participación de las personas, auténtico impulsor del cambio en la empresa. Por sí sólo, un proyecto de implantación Lean no garantiza que se logren los objetivos buscados. Lo que realmente tiene un impacto positivo –y así lo experimentamos en muchas de las empresas con las que trabajamos– es lograr cultivar una mentalidad de mejora continua en cada empleado.
Un cambio sustancial para una organización en la que el desarrollo de individuos y equipos cobra especial relevancia. De lo que se trata es de formar a las personas para que sean capaces de comprender qué es lo que valora el cliente, para que aprendan a detectar lo que no aporta valor añadido y aplicar soluciones de forma autónoma.
Algunas consideraciones que son cruciales sobre la formación de las personas y los equipos:
- El desarrollo de competencias debe considerarse una inversión estratégica “real” y, por tanto, alinearse con los objetivos de seguridad, calidad, servicio y costes de la empresa.
- Cuanto más práctica es la formación, más relevante es el aprendizaje. Apostamos por las metodologías basadas en el “se aprende haciendo” a partir del uso de juegos de simulación que permiten aplicar los conocimientos adquiridos sobre algo tangible que se puede trasladar al puesto de trabajo.
- Formación ligada a la acción y aplicable a corto plazo, a través de procesos formativos mentorizados donde las personas trabajan y aprenden juntas en cuestiones reales sobre el terreno.
- La formación debe extenderse a través de todos los niveles del organigrama y a todas áreas, las productivas y las transversales para evitar que se produzcan brechas que pueden dificultar las implantaciones en los procesos.
En conclusión, son las personas las que mejoran los procesos y no las herramientas o las técnicas. Cuanto mejor preparados estén los equipos, mayor será su capacidad para resolver problemas y generar nuevas soluciones que contribuyan a aumentar la eficiencia.