El desarrollo profesional es un elemento central en la implantación y sostenibilidad de nuevos modelos de gestión.
El contexto actual requiere una actualización constante de las habilidades de los profesionales. Las competencias adquiridas en la formación inicial quedan desfasadas a gran velocidad, lo que obliga a organizaciones y trabajadores a procesos de aprendizaje continuo.
Hoy en día, tan importante como preparar al equipo al comienzo de un proyecto de mejora, es consolidar una dinámica de formación permanente en la empresa, que permita ajustar los conocimientos de los empleados a los múltiples cambios que se producen en el mercado (tecnológicos, económicos, comerciales, normativos, etc.).
Cada vez son más las empresas que, conscientes de esta necesidad de adaptación, priorizan el aprendizaje continuo como una pieza clave del desarrollo de su plantilla.
La idea es favorecer una formación práctica que cualifique a las personas para un desempeño laboral más eficiente; formación que les proporcione instrumentos para desarrollar con autonomía las soluciones de mejora y que, como resultado, ayude a la consecución de sus objetivos corporativos.
Un profesional bien formado se siente más valorado y empoderado en su puesto de trabajo, lo que se traduce en una mayor participación en la resolución de problemas y la mejora de los procesos.
Por otra parte, la actividad formativa lleva implícita la transmisión de los valores de la empresa, como el respeto al estándar, la eliminación sistemática del desperdicio, la optimización de los recursos o el servicio al cliente, entre otros.
Esta faceta de sensibilización incentiva la responsabilidad del equipo con la mejora continua, y al mismo tiempo ayuda a las personas a comprender mejor los beneficios que aportan las herramientas en términos de coste, calidad, eficiencia y servicio.
Bien enfocados, los planes de formación y de reciclaje del personal propician un espacio para la innovación que repercute positivamente en la rentabilidad global de la compañía.
Es un hecho que las organizaciones más eficientes apuestan por este paradigma formativo que refuerza sus valores y principios, de modo que crean las condiciones necesarias para llevarlo a cabo: compromiso de dirección, liderazgo y una adecuada dotación de recursos.
En ACMP ayudamos a nuestros clientes a desarrollar a las personas del equipo través de un modelo basado en tres características:
Se aprende haciendo
El uso de los ACMP Games genera una experiencia inmersiva en la que los participantes hacen, tocan y viven las herramientas. Un método práctico que además fomenta hábitos esenciales de la mejora continua: participación, trabajo en equipo y contraste de ideas.
Ligada a la acción
Formación aplicable a corto plazo a las necesidades de la empresa, que pueda medirse el impacto real que produce sobre los indicadores de competitividad.
Personalización
Gracias al diseño de itinerarios que tiene en cuenta las particularidades de la empresa: actividad, sector, experiencia en la mejora, el perfil de los participantes.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, consideramos el desarrollo de las personas crucial para la consecución de los objetivos de mejora y competitividad. Por esta razón, debería ocupar un lugar principal en la estrategia corporativa, desde una perspectiva de largo recorrido, práctica y participativa a todos los niveles de la organización.
Esperamos que estos apuntes sirvan de inspiración y suscite una reflexión por parte de las empresas acerca de su estrategia de formación, su idoneidad para dar respuesta a las necesidades de la compañía, los requerimientos del cliente y las demandas del mercado.