El ritmo de introducción de nuevas tecnologías, tanto de producto como de procesos, se ha convertido en una variable de vital importancia para la competitividad de las empresas. Este aspecto, afecta tanto a las grandes empresas como a las pequeñas, y aunque parezca una dificultad, estas pueden aprovechar su agilidad y flexibilidad para conseguir ventajas competitivas.

El indicador de tiempo (Time To Market) en el lanzamiento de nuevos productos se ha convertido en un indicador estratégico en esta competición por conseguir nuevos clientes y mercados.

Ahora bien, esta prisa por presentar nuevos productos a los clientes y la complejidad tecnológica en algunos procesos puede tener consecuencias desastrosas. Si se hace de manera improvisada y desordenada tendremos problemas de calidad y servicio que pueden dañar la imagen de la marca y a la empresa con resultados catastróficos. Existen numerosos ejemplos de fracasos en la puesta en el mercado de productos que han dado problemas por tener una calidad poco fiable o un servicio muy deficiente. Recuperar la imagen después ha supuesto un proceso caro y difícil.

Para que el proceso que abarca desde la idea hasta el cliente sea más robusto, es conveniente implantar una metodología simple, pero práctica, que permita gestionar el proyecto eliminando los riesgos y asegurando la calidad, servicio y costes del nuevo producto.

Actualmente la mayoría de las empresas presentan una organización fragmentada y basada en objetivos departamentales. Este diseño dificulta la comunicación y el trabajo en equipo y como consecuencia la eficiencia y resultados del proceso de industrialización resultan muy pobres en muchos casos.

Para hacer más eficiente el proceso de industrialización, que es estratégico para la empresa, debemos tener en cuenta los siguientes aspectos básicos:

1. Implantar una metodología rigurosa que tenga en cuenta los aspectos críticos del proceso, como fechas, recursos, riesgos, calidad, funcionabilidad, etc.

2. Crear un equipo de proyecto con carácter multidisciplinar, que integre las diferentes visiones departamentales, como ingeniería de diseño  y manufactura, producción, calidad, compras, recursos humanos, etc.

3. Solapar las tareas para ser más eficientes, ganar fechas e integrar las diferentes funciones de la empresa.

4. Estandarizar productos, procesos, tecnologías, componentes, métodos, etc. con el objetivo de mejorar la calidad y eficiencia del proceso.

5. Aplicar herramientas de gestión visual que favorezcan la comunicación, la colaboración y la agilidad en la toma de decisiones.

Puede parecer complicado para una empresa pequeña, pero los resultados demuestran que la propia dimensión de la empresa puede facilitar la eficiencia de este proceso. Tener menos barreras organizativas y una mayor facilidad en la toma de decisiones permite una mayor velocidad en la adaptación de productos y procesos a los requerimientos cambiantes de nuevos clientes y mercados.

La implantación de una metodología de apoyo y reducción de riesgos ayudará a la consecución de los objetivos planteados y facilitará una mejora continua en el proceso de lanzamiento de nuevos productos.