Nos cuentan que nos encontramos inmersos en lo que llaman una crisis económica. Aunque nadie lo reconoce, es con toda seguridad una evolución del sistema que tenemos (que todos nos hemos dado) y que permite de forma vergonzosa los desequilibrios que se están produciendo de manera global: desigualdades, pobreza, hambre, contaminación, cambio climático, etc.

Por otra parte existe una muy importante desconexión entre el conocimiento desarrollado por científicos, ingenieros, etc. y las decisiones que toman nuestros “lideres”. Resolver esta desconexión permitiría una solución a los problemas que se plantean, pero para ello falta liderazgo y una toma de decisiones rápida y eficiente.

Las reuniones de los líderes políticos, empresariales, religiosos, etc. nos presentan una lamentable demostración de su incapacidad/voluntad para poner en marcha acciones cooperativas y globales que permitan acometer los problemas reales de la población.

Como dice Lee Iacocca, deberíamos estar pidiendo a gritos que rueden cabezas, ya que tenemos al mando líderes que han demostrado su incapacidad o falta de honestidad para reconducir la situación.

Las fortalezas y debilidades de los líderes quedan reflejadas con claridad meridiana en  los momentos difíciles. La foto actual resulta desalentadora en todas las áreas de la sociedad, tanto a nivel global como local. Resulta complicado encontrar un solo líder que realice propuestas para avanzar hacia una sociedad más justa sin destruir el planeta. El silencio resulta ensordecedor.

Existen cientos de libros, modelos, conferenciantes, etc. que hablan de liderazgo y que están escritos o protagonizados por gurús que nunca han liderado nada. Entretanto, los verdaderos líderes están inmersos en una dura pelea por sacar a empresas, organizaciones y personas adelante. Estos no solo se ven dificultados por las variables intrínsecas de la evolución del mercado (nuevas tecnologías, idiomas, financiación, etc.) sino que deben además liderar sus proyectos dificultados por políticos mediocres, o lo que es peor, navegar en escenarios donde la cultura del “pelotazo” está implantada y asimilada.

Ante este escenario, y  desde mi punto de vista, necesitamos líderes con principios y energía para cambiar la situación. Todos podemos ser los líderes que permitan hacer reaccionar a personas e instituciones. Debemos cambiar el actual ambiente de frustración por otro basado en la ilusión y nuestra demostrada capacidad para cambiar las cosas.

Debemos exigirnos, y exigir a nuestros líderes, comportamientos que nos permitirán ir progresando hacia una sociedad más justa y hacia organizaciones donde las personas sean REALMENTE las protagonistas de sus actividades y objetivos.

Algunos de estos comportamientos a exigir/nos podrían ser:

Predicar con el ejemplo.- Reforzar con nuestro comportamiento los valores que estamos defendiendo. Es decir, no podemos irnos a cazar elefantes o invertir en proyectos faraónicos en la situación actual.

Asumir riesgos.- En un momento en el que el cambio es la única constante, es necesario asumir algún riesgo, por muy bien que hayamos planificado y sopesado nuestras actividades. Debemos despenalizar el error en nuestros colaboradores y gestionar los riesgos de la adaptación a nuevas situaciones.

Ser “Innovadores”.- En medio de la globalización en que nos encontramos, se producen constantes cambios a los que debemos adaptarnos de forma rápida para dar respuesta a los nuevos retos que se nos plantean.

Perseverantes.- El éxito muchas veces se encuentra en la constancia para encontrar soluciones creativas. Como alguien dijo: si caes siete veces, levántate ocho.

Énfasis en la acción.- La velocidad a la que se están produciendo los cambios no permite, en algunos casos, un análisis a largo plazo. El líder y su equipo deben estar capacitados para cambiar de rumbo y adaptarse rápidamente y de manera eficaz a nuevas situaciones.

Involucración/motivación.- El trabajo en equipo resulta fundamental y por ello es necesario crear un sentimiento de identidad compartida. Debemos valorar las capacidades y fortalezas de cada uno para alinearlas con la consecución de los objetivos y el éxito de todos.

Como dice el refrán cuando el agua sube, el barco está más alto. Es decir, en medio de la adversidad triunfan las personas con coraje y talento; dejarse abatir por los contratiempos es una grave equivocación.

Como conclusión, tengo la certeza de que podemos liderar y adoptar los cambios necesarios para conseguir una sociedad, empresas y personas que funcionen en base a conceptos y principios honestos. No debemos poner en peligro el futuro de los que vienen después de nosotros.

Juanjo Moreno Boneta